III) “La Puerta Abierta”, de P.Brook

El teatro es quizás una de las artes más difíciles, puesto que han de establecerse tres conexiones simultáneamente y en perfecta armonía: los vínculos entre actor y su vida interior, entre el actor y sus compañeros y entre el actor y el público.
En primer lugar, el actor debe sostener una relación profunda y secreta con sus más íntimas fuentes de significado. Los grande cuentistas que he visto en las casa de té de Afganistán e Irán recuerdan antiguos mitos con gran regocijo, pero también con una seriedad interior. En todo momento se abren a su público, no para complacerlo, sino para compartir con él las cualidades de un texto sagrado. En la India, los grandes cuentistas que relatan el Mahabarata en los templos no pierden jamás el contacto con la grandeza del mito que están en proceso de revivir. Tiene el oído vuelto tanto hacia su interior como hacia el exterior. Así debería ser para todo auténtico actor. Significa estar en dos mundos al mismo tiempo.
Esto es muy difícil y complejo y conduce hacia el segundo reto. Aun cuando el actor que interpreta a Hamlet o al Rey Lear esté escuchando la reacción que provoca el mito en las más recónditas áreas de su psique, también ha de mantener el contacto con los demás actores. En el momento en el que actúa, una parte de su vida creativa debe estar vuelta hacia su interior. ¿Es posible que lo haga al cien por cien, sin permitir que lo separe, ni siquiera por un instante, de la persona que tiene ante él? Es tan increíblemente difícil que suele aparecer siempre la tentación de engañar. A menudo uno ve a actores, en ocasiones grandes actores, y cantantes de ópera, sobre todo, conscientes de su fama, totalmente absortos en sí mismos, fingiendo tan sólo que actúan con su compañero. No podemos descalificar esta inmersión en sí mismos como mera vanidad o narcisismo. Por el contrario, puede ser el resultado de una honda preocupación artística, que desgraciadamente no llega tan lejos como para englobar por completo a la otra persona. Un Lear fingirá actuar con su Cordelia con una muy hábil imitación del acto de mirar y escuchar, pero en realidad sólo se preocupará por ser un compañero cortés, que es muy diferente a ser parte de un dúo que crea un mundo conjunto. Si se limita a ser el disciplinado compañero actor, parcialmente desconectado cuando no le toca hablar, no podrá ser fiel a su principal obligación, que es mantener el equilibrio entre su comportamiento externo y sus impulsos más íntimos. Casi siempre se descuida algo, excepto en momentos de gracia, cuando no hay tensión ni subdivisiones, cuando el conjunto que actúa es puro y carece de fisuras.

2 comentarios:

TdP dijo...

Dios, con este libro empecé a entender qué es teatro.

TdP dijo...

Dios, con este libro empecé a entender qué es teatro.